25.12.07

Despertares

Aprovechando el inicio formal de las vacaciones pues me consta que muchos de quienes frecuentan ya han iniciado en práctica un auténtico 'Veranéandola en tu Oficina' os invito a leer.

El ciclo sueño-vigilia debe llevarse a cabo en frecuencia diaria para no atentar con la salud de quien gira en él. Es tan esencial como el ciclo digestivo para el mismo personaje ficticio o el ciclo del agua para la salud de nuestra tierra y civilización.

Ustedes, fervorosos y entusiastas trabajadores, pueden atestiguar que el natural curso del ciclo sueño-vigilia choca violentamente con los patrones de comportamiento que nos demanda las obligaciones laborales, las responsabilidades sociales y ese infinito espiral (¿virtuoso?) de ocio, deporte y recreación tan propio de una sociedad que se ubica en lugares de avanzada en el proceso de civilización.

La lucha más evidente entre la necesidad natural del hombre de dormir y despertar para luego volver a dormir es en la transición del sueño a la vigilia. Si nuestro cuerpo merece y pide sueño, por lo general en días de semana, nuestra calidad de persona (que aparece en sociedad) exige vigilia. Lamentablemente para muchos, esta tensión se resuelve diaria e irremediablemente en la victoria de la persona sobre el cuerpo. Y en razón de ello la evolución, la sociedad, el mercado, el ingenio y/o la necesidad han dado origen al gallo y, dada su baja confiabilidad, al reloj despertador.

Les presento a continuación los resultados de una pequeña búsqueda (y, claro, plagio sin vergüenza) de la creatividad social para vencer al cuerpo. A diario. Todas las mañanas. Omito las fotos porque simplifican mucho las cosas y atentan contra mi propósito y vocación de daros la lata en abundancia.

El Desayunante. Usted, antes de dormir y en el momento de configurar la hora para despertar a la mañana siguiente introduce un(as) lonja(s) de tocino congelado. Poco antes de despertar, el artefacto se encarga de cocinarlas, para que se despierte con una agradable (¡¿?!) y estimulante fragancia a tocino.

El Ahorro. No, no es porque sea barato, sino porque motiva conductas calvinistas. Según sus deseos previos, el despertador se enciende a la hora que usted le determine, ojalá de madrugada, para que de paso también le ayuden. Pero no se apaga sino cuando usted compra el silencio y la paz al ingresarle una moneda. Cual chanchito adolescente que además de molestar le exige mesada.

El Caritativo. Dicen, porque no me consta, que es un aparato que está conectado al internet. Por WiFi o por cable de red, da lo mismo. La cuestión es que voluntariamente usted lo configura para que pueda hacer transacciones desde su banco a alguna institución de caridad, preferiblemente la más odiada. Digamos Fundación La Vaca. Si usted descansa más de lo debido verá como su chanchito comienza a enflaquecer y la vaca a engordar.

El Esfuerzo. Este requiere de instalación pues cuelga desde el techo y se ubica al alcance de su mano si usted está recostado en su cama. Cuando llega la hora, usted lo toca y éste se sosiega por 10 minutos, al cabo de los cuales sube unos veinte centímetros. Si quiere sosiegarlo nuevamente (sí, es legal su uso y conjugación aunque no os guste) tendrá que hacer un esfuerzo mayor, hasta el punto que si su flojera es inaceptable tendrá que levantarse, traer una silla, buscarlo al techo y llevarlo a su posición original para que se calle… hasta la próxima mañana.

La Bomba v.1.0. Tres minutos antes de despertar le avisa que quedan, obvio, tres minutos. Y comienza la cuenta regresiva en la cual usted deberá desactivar la bomba conectando los cables que le indica una luz que se enciende de manera aleatoria… si llega el 3, luego el 2, el 1 y el 0 (por flojera o ineptitud) el reloj suelta un sonido bombástico indicándole que falló.

La Bomba v.2.0. Personalmente es mi favorito y constituye un gran regalo de matrimonio pues permite llevar al límite la tolerancia de los recién casados en caso que tengan horarios disímiles. Tiene tres características que le invitarán tranquilamente al mundo de la vigilia. En primer lugar, luces. En segundo lugar, un sacude-camas que consiste en un aparato vibrador que puede ubicarlo en la almohada o en el colchón. Y, como si lo anterior fuera poco, una señal auditiva de 113 decibeles que le asegurará un día de armonía y felicidad. De paso también se lo asegurará a su familia, a sus mascotas, vecinos y amigos.

Noten, por favor, que una conversación en un restaurant llega a 60 decibeles, un camión diesel (micro amarilla zumbando por la alameda) a 90. Es como pedirle a su pareja que, estando usted durmiendo, le deje a un metro del auto. Y con la tranquilidad que merece, al momento que usted quiera despertar, su pareja inspirada por el amor, le toca la bocina. Eso si usted tiene auto, porque si no puede pedirle que encienda una sierra eléctrica... y después se la quita y hace que La Cuarta vuelva a ser el diario que era.

17.12.07

Nombres ii, en busca de la confiabilidad

Luego del sesudo análisis de los nombres de una subpoblación no representativa de nuestro país me asaltó la duda que invalidaba gran parte de los resultados más interesantes. Esta preocupación refiere al supuesto de la honestidad de quienes responden y a la confiabilidad de quienes transcriben y/o digitan esas respuestas. En relación a lo primero, me asalta la duda de si son jodas adolescentes y no gracias registradas ante la venerable institucionalidad civil de nuestra república.

En razón de lo anterior y, por lo tanto, en honor a la confiabilidad y validez, he replicado el análisis con otros datos. Son estos representativos de la población nacional su magnitud es bastante menor. Por ello, lógicamente, el abanico de curiosidades es inferior. No los aburriré con los Top Tens y ‘númerounos (bis reiterado)’, pero les aseguro que son estables.

Señores, presten atención. Si bien Fran da fe mi seriedad al dar cuenta de los andares de un Robespierre, estos datos atestiguan la popularidad de Voltaire, Virgilio, Victor Hugo, Carlomagno, Nixon, Wachintom (sic), Lenin, Caín, Copola, Mafalda y Reiniero (sic).

Pero mi mayor preocupación no era por los ilustres, sino por los herederos corporativos. Tenemos aquí otra prueba del poder de las marcas. De esto puede dar fe (y sufrimiento) Rolex, Marubeni, Chevy, Chanel y Anokia (sic).

Y como no me detuve con la atención que merece la crueldad parental en el análisis anterior, invito a la palestra a Serapio, Pacífico, Leopoldino, Juvencio, Fructuoso, Despaciano, Bienvenido, Mamerto, Génesis, Visitación, Prosperina, Emperatriz, Plageria, Eglantina, Balsamina y… Amarga (¡uf! espero que hayan estado pensando en Chocolate los padres de esta mujer).

Y vaya que me gustaría saber si Modesto, Amable, Justo, Humilde y Felicidad son hermanos.

Les dejo esto a modo de inspiración para la próxima vez que les pidan su nombre en algún Starbucks con sobredosis de falso entusiasmo.

Y no, no hay ningún Celedonio Nicanor.

13.12.07

23 Grados

Algunos, en el marco primavera-ya-verano, pensarán en la temperatura ideal para ir de picnic. Otros, quizás con algo de vergüenza, en la concentración etílica de lo que quieren tomar en el japiagüer que viene en un rato más (lo sé, porque según el patrón de visitas de ustedes, fieles lectores, están en sus trabajos sacando la vuelta). Una minoría a la que no pertenezco piensa en pendientes, esquí, downhill y demás extremidades. Si me dicen 23 grados pienso en la inclinación de la Tierra respecto de su eje de traslación, y le agrego que son 23 grados y 27 minutos. Un poco rebuscado, ¿no?

No.

Estoy sufriendo en carne propia los efectos de esta despreciable desviación de la tierra respecto de su eje de traslación. Y noten que ocupo el término desviación y no inclinación porque estoy seguro que no estaba en los planes de nadie aborrecer a la simetría de esta manera. Dibujen un eje cartesiano en una hoja, o, si por razones de trabajo necesitan demorarse más, háganlo en el Word o Paint (por cierto, el eje cartesiano se compone del eje de las abscisas – X – y el eje de las ordenadas – Y que se unen en un ángulo recto en el origen – lo que no tiene nada que ver con el origen del recto). Dibujen la diagonal en los cuarenta y cinco grados (cuando dibujen la línea aprieten la tecla Shift y les va a salir perfecta la diagonal). Si entre la diagonal y cualquiera de los ejes dibujan una línea más o menos al medio van a tener un ángulo cercano a los 23 grados y 27 minutos. Es un ángulo despreciable. Pero como la mariposa de Bradbury o irse en tren al paseo de medicina, tiene consecuencias terribles, enormes, tanto que cambian la vida.

Veamos.

Como consecuencia de la desviación de la tierra (y que la traslación sea sobre una elipse) tenemos el otoño, la primavera, el verano y el invierno y nuevamente el otoño. Esto produce, también, que algunos días sean más cortos que otros y quizás más de alguna corriente marítima. Los vientos alisios y el efecto de Coriolis solo guardan relación con la rotación de la tierra, así que no se entusiasmen.

También tenemos como consecuencia que aquí, en un lindo día de otoño los árboles ya no tengan hojas en sus ramas y que el jueves de Acción de Gracias nevaron 4 pulgadas llevando todo lo que sea verde a los anales de la memoria. Menuda manera de la naturaleza de decir de nada al agradecimiento colectivo: inaugurando el invierno 29 días antes de las formalidades del caso.

Cuestión que aquí el invierno dura cuatro meses y recién hoy inauguramos los extremismos. En mi diario y matutino paseo en bicicleta en dirección a clases hacían -12 grados Celsius. Peor aún, la sensación térmica era -17 grados Celsius, supe que el año pasado se contaron 110 días corridos en que la temperatura no subió de 0 grados y que el promedio histórico de la temperatura máxima en el mes de febrero es… -2 grados. O sea, mientras ustedes se rascan el ombligo escuchando el ruido de las olas en un día promedio de febrero, aquí en un día promedio de febrero el agua no se derrite.

Así que por mí que hagamos una película muy yanqui, tipo Armaggedon, pero de verdad, y corrijamos la desviación de la tierra. De pasada le hacemos un favor a la evolución, llevamos las cosas hacia la belleza de la simetría y vivimos en una perpetua y dulce primavera.

Es simple, se trata de tirar una bomba de protones en un lugar que no sea el centro de la tierra como para provocar un desbalance en la distribución del peso de nuestro querido planeta. Gran idea, ¿no? La pena es que después de que se me ocurrió este brillante plan maestro supe que desde hace 140 años existe una teoría que aplica conceptos similares respecto de la inclinación de la tierra y que el profe Adam Maloof (adam maluf) de una universidad que se dice llamar Princeton (prinston) la está reviviendo.

En medio del desgano que me produjo tan lamentable noticia encontré una manera de darle valor agregado a todo esto. Quizás me gane un Oscar y un Nobel, así que pongan atención: si corregimos la desviación de la tierra en unos tres o veintitres grados vamos a menguar el maldito invierno de Indiana (venga el Oscar), y porque de pasada también arreglamos ese supuesto calentamiento global o cambio climático, el Nobel. No está mal. Tengo un apellido con tradición política, el proyecto vende, algo de estadística sé como para sacar conclusiones donde no existen y conozco a gente en publicidad y diseño gráfico, así que tengo todos los méritos.

Si además comprobamos, solo con artilugios fotográficos un Powerpoint, sensacionalismos y estadística barata, que el calentamiento global o cambio climático no es consecuencia del aumento en la emisión de gases invernadero sino de un aumento en la desviación de la tierra producto del cambio en la distribución del peso de nuestro planeta me gano un APES.

¿Cómo puede ser esto posible?

Es el resultado de la acumulación de agua donde antes no había, se trata de represas, embalses o lagos artificiales, sin casualidad concentradas en el Hinterland de Eurasia. Si logramos también demostrar que el agujero de la capa de ozono (ya nadie se acuerda de él… otro desastre ambiental del que nos hemos olvidado por otros desastres con mayor potencial de marketing) se debe a este cambio en el peso: otro Nobel.

Ahí mismo, si ahora los Nobel los regalan. Y estoy dispuesto a compartirlo con vosotros, total la plata que uno se gana no puede usarla en comprar un pozo petrolero.

¡Todos por el medio ambiente, todos por la bomba de protones!

11.12.07

La nariz y los ojos

¿Se acuerda usted de Wade? ¿El pato de la Granja de Orson que le temía hasta a su sombra? Bien han de recordar que usaba un flotador todo el tiempo porque además de volar también le temía al agua. Si me siguen hasta ahora recordarán que el flotador tenía una cara, igual a la de Wade, que seguía sus movimientos y gestos faciales en tiempo real. Bueno, quizás no en tiempo real porque son caricaturas y se puede dudar de la relación entre el tiempo y la realidad… pero la respuesta por la realidad no tiene mucho que ver aquí y asumo que entienden la metáfora. Aquí nos interesa Wade y las narices, y después los ojos. Les voy a dar un poco de tiempo para que ver si su sinapsis es similar a la mía (y no, la respuesta no está en Wikipedia, ni en LUN ni tiene que ver con algún acertijo popular).

Mientras tanto les recuerdo que “los conejitos pasará por aquí…”

Pues bien, se acabó el tiempo. La sinapsis que me hace pensar en la cara de pato en el flotador del Pato Wade cuando pienso en una nariz y ojos se hará evidente cuando ustedes, fieles lectores, sigan los siguientes pasos, a modo de ejercicio pedagógico. Como estoy seguro que están sacando la vuelta en la oficina no tendrán problema de seguirlas.
  1. Encuentre un ser humano con el que pueda hablar.
  2. Enganche en una conversación. A modo de ayuda, puede preguntarle si se acuerda de la cara en el flotador del Pato Wade. O si pondría a sus hijos en el Integrity College. O cuál es el nombre de pila más bizarro con el que se ha cruzado. O qué se le viene a la cabeza cuando le menciona 23 grados (¡auto-publicidad!). O cualquier cosa que se le ocurra pues lo importante de este ejercicio es la forma de la conversación, no su contenido.
  3. Mientras converse procure no mirar directamente a los ojos.
  4. Observe detenidamente la punta de la nariz de su contertulio.
  5. Fíjese en los movimientos de la punta de la nariz.
  6. Note cómo la punta de la nariz se mueve replicando los gestos faciales de su interlocutor, acentuando las entonaciones de la conversación. Tal como la cara de pato del flotador del Pato Wade.

Muy bien. Felicitaciones. Quizás, como yo, de ahora en adelante no podrá evitar seguir los movimientos de la punta de la nariz de su co-parlante y reírse de vez en cuando (o cuando en vez, como quiera).

¿Los ojos? Carreño insiste en mirar a los ojos cuando conversamos. Mi tesis es que este principio no apunta a dar una señal de confianza, sino para establecer un imperativo moral que evite que la gente se ría mientras alter conversa, violando de esta manera varias de las infinitas normas tácitas inherentes a toda conversación.

¿No debería decir los conejitos pasarán por aquí?

10.12.07

Disfunción Erectil

Experimento (ii)

Disfunción erectil, eyaculación precoz. ¿Problemas sexuales? Encuentra aquí soluciones, comentarios y sugerencias para ser mejor el cama. Mitos y verdades de la Disfunción Erectil. Mitos y verdades de la Eyaculación Precoz. Mitos y realidades de productos para agrandar el pene.

9.12.07

Mujeres amateur

Experimento (i)

Tengo la firme intención de destruir las expectativas de algunos cibernautas con la llave cortada. De paso caeré orgullosamente en en publicidad engañosa y podré cuantificar el efecto de esta intención verificando el número de personas que ingresaron a este humilde lugar esperando algo muy distinto. Por ello escribo

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en esas líneas. Tampoco es mi intención desviar el interés de tópicos tanto más interesantes tratados con detención y aburrimiento a continuación, pero ya los aburriré con más datos inútiles.

6.12.07

Nombres

El nombre de pila de una persona es relevante. Si no lo fuera nos daría lo mismo llamarnos uno a otro por el RUN. “Hola, soy 12.376.983-K, ¿cómo te llamas?”, “Mis amigos me dicen guión8, pero mi nombre completo 13.576.389-8”. Claramente el RUN es menos sexy que la gracia individual. Y esto es porque quiéralo o no el nombre es más que un símbolo de referencia personal. Es su tarjeta de presentación, le acerca – correcta o incorrectamente – a su interlocutor sobre su género, su origen social, su parentesco con otros conocidos y la bondad o maldad de sus padres, entre otras cosas.


Más aún, si el nombre no fuera importante, no existirían esas infinitas (y muchas veces detestables) variantes de nombres que la gente ocupa como identidad cibernética. Si en el ciberespacio podemos elegir nuestra tarjeta de presentación, lo hacemos porque (nos) importa. Sin embargo, en el espacio de interacción físico, el Registro Civil y la coerción social nos prohíbe situarnos en el plano de la elección: somos y seremos ante nuestro entorno inevitablemente lo que nuestros padres quisieron que seamos.

Para algunos el nombre es más que una tarjeta de presentación pues da origen a un determinismo cognitivo-emocional digno de esas artes esotéricas de infinitas nomenclaturas y orientaciones. Así, por ejemplo y según algunos, por decisión parental soy y seré irremediablemente “idealista, reflexivo y creativo. Cuando entra en confianza es sociable y ameno. Cuida su aspecto exterior y le gusta saber todo lo que pasa a su alrededor” y según otros estoy destinado a ser una persona tal que “su alegría de vivir va unida a su sentido de la trascendencia de la vida cotidiana. Puede resultar una persona extravagante debido a su presuntuosidad unida a la exageración. La generosidad no está alejada de sus tratos económicos cuando se respeta su libertad de administración. Su deseo de imponer sus ambiciones le hace ir lento pero seguro en la consecución de sus objetivos.”

Sea por su determinismo absoluto, por su relativa importancia o por simple curiosidad vale la pena conocer la distribución de los nombres de pila en una población. Las variaciones temporales en esta distribución pueden dar indicios del traspaso cultural de las élites a las plebes, del arrastre de íconos populares o de la crueldad de ciertos padres. También da pie para dar la lata con curiosidades que no son sino generalizables al caso desde el cual se extrae la anécdota.

En función de lo anterior, procedo a darles un pequeño abanico de curiosidades en la distribución de los nombres en una de las infinitas sub-poblaciones de nuestro país en un año muy cercano al que acontece actualmente.

Primero, la ficha metodológica que por cuestiones de rigurosidad profesional debo mencionar:

  • Origen de los datos: confidencial pero real (les aseguro, como verán luego, que mi creatividad no supera la de muchos, muchos padres)
  • Tamaño de la muestra: muy grande
  • Representatividad: ninguna
  • Nota metodológica: para evitar complicaciones he evitado el análisis de los nombres compuestos. Solo muestro los primeros nombres que los sujetos que fueron registrados mencionaron como tal.
  • Supuesto metodológico: los individuos responden honestamente y los digitadores transcriben adecuadamente

Procedo, pues, a dar la lata con datos respecto de nombres de estos chilenos**.


Los top ten: acaparan el 18,98% de las preferencias de los padres de esta muestra: María (20897), Daniela (11277), Carolina (11124), Juan (10431), Cristián (9109), Felipe (9078), José (9730), Luis (7814), Francisco (7812) y Carlos (7776).

Las top five inmigrantes: Karen (4688), Katherine (4051), Nicole (3453), Elizabeth (2566) y Evelyn (2407).

Los top five inmigrantes: Jonathan (2732), Christian (1575), Alex (1243), Christopher (781) y Michael (766).

Los originales: 9117 miembros de esta compilación (1,55%) tienen un nombre único en este registro. Así es, aunque usted no lo crea solo hay un Cayetano, un Serafín, un Januario, aunque figuren dos Temístocles, dos Olegarios y dos Segisfredos.

La creatividad se concentra en las mujeres: por cada diez mil mujeres se encuentran 337 nombres distintos, por cada diez mil hombres se encuentran solo 178.

Los promedios: el nombre promedio tiene una prevalencia de 6.5 ocurrencias por cada cien mil personas. Es el caso de Johann, Juanita, Lissett, Lucila, Piera, Rony y Vinka.

Datos de interés mínimo y que solo sirven para abultar el anecdotario personal:

  • Hay 22 personas que se hacen llamar Demián.
  • Conté 44 formas de escribir Diane (como en inglés) o Diana (también como en inglés) entre las cuales se encuentran, claro, Diane, Diana, y Dahiana, Daiane, Daiyana, Dayane, Dyanna y Dyanne.
  • Figuran entre nosotros personajes ilustres, a quienes les debemos nuestra herencia republicana: Voltaire (4), Robespierre (3) y Danton (2) – ¡quién los viera juntos!; y la tradición científica y filosófica: Arquímedes (3), Aristóteles (2) y Sócrates (1).
  • Podemos armar una pichanga ideológica entre Marx (3), Lenin (19), Sandino (1) y Gorky (3), por un lado, y Washington (37), Jefferson (9), Lincoln (1), Roosevelt (3) y Nixon (5), por el otro, con Ramsés (1) como árbitro.
  • La realeza también está presente con Rainiero (12) y LadyDi (1),
  • Y también la producción cultural a través de Disney (1), Verne (1) y Sting (1).
  • Figuran también encarnaciones ficticias como Hamlet (1), Merlín (1), Karenina (7), Nikita (2), Aladino (12), Sancho (1), Rocky (3), Dino (14), y Mafalda (4); y
  • Deidades como Zeus (1) y Apolo (5);
  • También tenemos embajadores terrestres de Bélgica (32), África (9), Francia (139), Alaska (1), Roma (2), Venecia (5), Elqui (1), Australia (2), América (90) , Philadelphia (2), Pennsylvania (1), Níger (2), Jerusalem (1), Albania (1), Wellington (1), Bruselas (1), Sídney (6), España (1), Irán (3), Italia (12), Luisiana (1), Kenya (4) e Ibiza (1);
  • Embajadores extraterrestres que vienen a nosotros desde Urano (1), Venus (3), Luna (90), Sol (30), Orión (1) y Andrómeda (1);
  • Hijos o nietos corporativos de Jesmarina (sic) (1), Sony (4), Nissan (1), Levis (1), Nike (2), Michelin (1), Belekis (sic) (5), Brooks (1), Chanel (1), Rubinstein (2), Maybelline (5), Hilton (1), Iberia (1) y Dolca (1); y
  • Deseos de 'buenaventura' de parte de los padres a sus hijos pues no me explico por qué otra razón los registraron bajo Próspero (1), Prosperina (6), Odisea (1), Modesto (2), Afrodita (1), Dulce (2) y Emperatriz (4).

Así todo me despido acompañado de Sayonara (3), esperando no caer en el Olvido (1) y deseándoles mucho Éxito (1).

Postdata: a quien se sienta interpelado y entusiasmado por lo anterior le sugiero visitar el Museo de la Creatividad Onomástica Nacional, ubicado en las dependencias del Cementerio Municipal de Lolol (VI Región del Libertador Bernardo O’Higgins).

**Las paréntesis indican el número de ocurrencias

3.12.07

En el País de los Ciegos

Sí, ya todos sabemos la estima que recibe el tuerto. Nunca he sido muy fanático del uso de adagios o refranes, los considero una manera muy elegante y sutil de decir “te lo dije”, “ya lo sabíamos” o peor aún, “pelmazo, ¡cómo no te diste cuenta!”. Pero a veces resumen un concepto de manera magistral y, como no puedo dibujar, por extensión (y contradicción) voy a señalar que un refrán vale más que mil palabras. De nada sirve esta pequeña introducción si no se establece un contexto adecuado desde el cual sacarle provecho.

Pues bien, el contexto lo constituyen dos equipos, dos arcos y una pelota. Así es, se trata del fútbol y uno bastante informal porque no hay especificación del número de jugadores por equipo: o sea, se trata de una pichanga. Esa interacción social en que se puede abusar de la creatividad porque los goles no tienen un efecto vinculante muy extremo.

En los terruños donde nací y me crié nunca fui considerado bueno para la pelota. Si bien era un defensa decente, hachero pero no mal intencionado, no tenía dominio o técnica como para llevar el balón, pasarme a algún jugador, hacer una pared y clavarla en el ángulo. Tampoco la autoridad como para, en esas extrañas ocasiones en que marcaba un gol, celebrarlo de manera exótica. No, lo mío era más conservador y se concentraba de la mitad de la cancha para atrás. Me llegaba la pelota y pase inmediato. Nótese que estas son referencias a un pasado (no necesariamente) mejor: me vine a los Estados Unidos y mi vida jurgolística cambió. Fue como haber comprado un pasaje por Llame ¡Ya! Y, junto con condenarme al estudio por varios años más, me convirtieron en un jugador Esso Crack.

La ecuación es simple y en el marketing y en eso de la responsabilidad social empresarial ya se usa bastante: se trata del Benchmark. Uno se compara con lo que tiene cerca, y según eso crea su imagen personal y de las demás cosas que lo rodean. Cuestión que bien han de imaginarse que la población de alumnos de postgrados que juegan soccer en una universidad gringa es, por decirlo de una manera muy optimista, mediocre. Señoras y señores, hace pocas semanas que no soy el único que se cree mis enganches (dos de los tres esguinces de tobillo que he tenido han sido consecuencia de mi incredulidad conmigo mismo) y ahora las gambetas, fintas y demás bellezas del mundo futbolístico no se burlan de mí.

Dos razones explican lo anterior:

1. Los niveles de pernismo que hay entre quienes escogen libremente seguir estudiando es altísimo. A contrario sensu de los principios que rigen la conducta adolecente, aquí los estudios son prioridad. Y, por lo mismo, el fútbol no lo es y por lo general no lo ha sido en la vida de estas personas. De pasar de ser los últimos en ser elegidos en la pichanga semanal pasamos a ser potenciales goleadores o gestores de una gran jugada. Imagínense un chancho en misa que por estudiar le cambian la iglesia por un barrial. Es lo mismo, pero con un chancho perno.

2. El soccer es un deporte menos desarrollado que el fútbol. Utilizando teoría de conjuntos, el soccer es un subconjunto del fútbol (tal como eso de que todos los patos son aves pero no todas las aves son patos), o utilizando lógica muy simple, ser bueno en el fútbol implica ser bueno en el soccer, pero lo inverso no se cumple (¡la implicancia no es lo mismo que la doble implicancia o la equivalencia!).

Si bien formalmente siguen las mismas reglas, el soccer tiene implícita una regla: se juega sin contacto físico. La marca no se ocupa y la tendencia infantil y deportivamente-irracional de seguir a la pelota donde quiera que esta vaya es práctica común. En el soccer no se estila eso de la dilación de las gratificaciones, de entender que por esperar un poco la defensa puede ser más efectiva.

Digresión 1. – de esa idiota idea que tuvo un gringo de poner murallas en la cancha para que la pelota no salga y pueda rebotar. Así se juega el Indoor Soccer (indor soker), una actividad que se parece más al ice hockey (ais jokei) que al fútbol. Si a esto le suman que a esta gente solo le gustan los deportes en que los partidos se definen con muchos pero muchos puntos (en básquetbol el promedio de puntos por partido supera los 150, en fútbol americano rodea los 45, en el Hockey sobre Hielo los ocho, en el Béisbol los nueve) tenemos algo que se aleja de la riqueza técnica del baby-fútbol. Por esta extraña obsesión, el Indoor Soccer se juega con una pelota más liviana, con solo cuatro jugadores y con goles de cualquier parte de la cancha, incluso
rebotes de las murallas. Se juega a pelotazo limpio, a correr detrás de la pelota y a meter muchos goles, lo que le fascina a los gringos.

No crean que por lo anterior considere que soy un buen exponente del balompié y que mi pasado de pernura fue superado. No señor, sigue tan vigente como antes, incluso potenciado por estas reflexiones. Aún tengo memoria (y según algunos también soy caballero, así que hasta ahí no más llegó ese adagio), por lo que mi marco de referencia (Benchmark) anterior sigue vigente.

Sigo creyéndome malo para la pelota y sigo siendo un perno latero y feliz (por opción, no por condición).

Digresión 2. – No sé si una acotación en el final del documento constituye una digresión, no se puede interrumpir el hilo del discurso si ya había terminado. Debería ser más bien una posdata, pero esto no es una carta que ya esté firmada. Esta digresión es una manera para superar las mil palabras en este arrebato de lata y matar ese adagio autorreferente que tuvo una vida muy corta. Cuéntelas, incluyendo el título, aquí hay exactamente mil y una palabras.