16.3.08

Las Películas de Patricio

No sé si alguno de ustedes veía Los Simpsons cuando todavía eran una producción impecable. No pretendo decir que ahora no son dignos de mi tiempo y ocio, pero antes eran otra cosa. Esta época dorada de Los Simpsons terminó a la sazón de la temporada 12 y comienza en la tercera o cuarta temporada. En uno de los capítulos de esta mentada era, Springfield celebra el día de San Patricio. Resulta que justamente hoy se celebran 11 años desde el estreno del capítulo 4F15, que antecedió a la celebración oficial en EEUU de Saint Patrick’s Day (seint patrix dei) un 17 de marzo de 1997. Todos los años se celebra al patrono de los Católicos Irlandeses y todo tiene un motivo verde, de trébol y/o duendes. La gente, tal como en christmas (crismas), halloween (jálogüin) o easter (ister) se viste acorde a la celebración. Tanto así que si usted no viste alguna prenda verde para el día de San Patricio, cualquier persona tiene el derecho legítimo de peñiscarle con la fuerza que le parezca conveniente.

Pues en esta celebración animada con sede en Springfield, hay un desfile para el día de San Patricio, el río lo pintan de verde y, la muchedumbre (vestida de verde, Marge incluso se tiñe el pelo) toma alcohol hasta el hastío mientras los carros alegóricos desfilan por la avenida principal. Bart procede, accidentalmente, a emborracharse y dado el triste espectáculo que ofrece, la ciudad de alcalde Quimby decide promulgar una ley seca que conduce a un mercado negro del alcohol controlado por las mafias. Todo en directa alusión a la Ley Seca avalada por la 18ª enmienda a la Constitución, que estuvo en efecto entre los años 1920 y 1933 y que llevó al poder, gloria y memoria colectiva a Alfonso Gabriel ‘Al’ Capone y a Jorge ‘Bugs’ Moran.

No es uno de los capítulos más memorables ni mucho menos, pero lo único que tiene de ficticio es el carácter animado de la trama. Sí, en EEUU la gente se viste de verde para el día de San Patricio y luego les comento si me peñiscan o no. Sí, en EEUU muchas ciudades celebran un desfile tan digno de la atención colectiva como los del 19 de septiembre. Sí, en EEUU barrios y organizaciones gastan millones en carros alegóricos. Sí, muchos gringos comienzan a emborracharse, gritar y a hacer escándalos a tempranas diez de la mañana en el sábado que antecede al día de San Patricio que es el día del desfile. Sí, en EEUU pintan los ríos de verde con motivo de San Patricio. Y no, no todas las ciudades que lo intentan logran el objetivo con el resplandor de Chicago, cuyos ciudadanos se congregan en masa a mirar como el río café se convierte en naranjo y luego a un verde fluorescente, al punto en que creen en un duende que vive en río que permite que la pigmentación se produzca exitosamente y dure más de tres horas.

Muy al contrario de lo que pensaba antes de venir, ni Los Simpsons ni muchas de las producciones Hollywoodenses son fruto de la prodigiosa imaginación de sus guionistas y/o productores. Cada día que pasa me doy cuenta que la imaginación de estos millonarios de la industria cinematográfica es pobre y limitada: no hacen más que contar su propia historia, o la de sus amigos o la de sus hijos. Es más, disfrutaba (a veces, lo confieso) con las producciones adolescentes de Hollywood (léase American Pie, Clueless y películas afines) porque pensaba que eran hipérboles muy bien realizadas del ChicoCool, el GeekOrgulloso, el ChicoQuePretendeSerCoolPeroNoLeSale, la PorristaRubiaTontaSuperficial, el PúberPunk, el NerdQueHablaComoIdiota, y los Indiferentes que aquí se les llama StraightEdge (streitech). Y no, no son hipérboles, tipos ideales, estereotipos o caricaturas. Estos tipos existen y por eso las películas ganan plata; porque uno y cada uno de los asistentes al cine son o conocen muy directamente a alguna de las representaciones. Son y conocen sin exigirle nada a la imaginación.

¿Se acuerdan de la Revancha de los Nerds? No los culpo si no la recuerdan, porque probablemente su memoria, en un favor profundamente caritativo la borró de su experiencia para no generarle ni rabia ni odio ni pena ni vergüenza ajena. Pues los Nerds, los FutbolistasCerveceros y las fraternidades existen. Y muchos universitarios de pregrado hacen lo posible por pertenecer a alguna de ellas (comiendo huevos crudos, tomando hasta la indigestión, recibiendo incluso balazos en las pruebas de admisión o ritos de iniciación). Los Nerds y Geeks son así, se visten así, comen así, y para peor, hablan así, como Napoleon Dynamite y su hermano. Ni siquiera en la cola para la final nacional de Magic en Chile van a encontrar a gente así, ni menos en los puestos más cercanos al servidor en un tarreo de WarCraft. Y los ChicosCool existen tal cual. De día lanzan un freesbee, pelotas de béisbol o lacrosse, con el único propósito de exhibirse ante las RubiasIdiotas que toman sol de (tan idiotas no son) sol a sol. De noche, estos chicos toman en una eterna lucha de testosterona en que las neuronas son las que más pierden, y en la que las chicas pierden otras cosas para no recuperarlas jamás. A los Indiferentes o ChicosAlternativos se les puede ver haciendo presión para que den películas alternativas en el cine – pero no taaaan alternativas como La Historia del Camello que Llora; Borat es, más bien, la referencia. A los SocialIsolates (soushial aisolets) se les puede ver comprando pistolas para ser el próximo motivo movilizador de tropas de la CNN. No confunda con los SocialIstas, que aquí no existen.

A pesar que el dólar está muy barato y, comparativamente, es más conveniente venir a EEUU ahora que antes, al que quiera conocer a las gentes dende por aquí los Estados Unidos, le recomiendo el turismo de sillón. Le es más barato comprar un equipo reproductor de películas, algunas películas (las puede elegir al azar, todas van a tener mucho de real) y sentarse, al más puro estilo Al Bundy, para no sufrir las incomodidades de un avión o proceso de imigración. No tiene siquiera que saber inglés (¡póngale subtítulos!), así que puede ahorrarse esas chauchas del Tromwell para ponerle algo de sabor a las insípidas palomitas de maíz (le recomiendo un surtido de hierbas culinarias).

Con cualquier película digo, sinceramente, cualquiera. Puede ser Rushmore o Legalmente Rubia, America X o Jamás Besada. Puede bien ser Juno o De Vuelta al Colegio. Puede ser incluso Robocop o El Planeta de los Simios. Porque algo tienen que tener de verdadero estas últimas dos, sino no me explico cómo carajo llevaron a más de siete personas al cine.

7.3.08

De Circulillos


Asumiendo que la configuración de colores de su computador y pantalla es relativamente normal, usted podrá distinguir en la imagen que a este texto acompaña muchos pero muchos círculos. No se preocupe, no me bajó un arrebato de JulioVidelismo y no le voy a pedir que estime la cantidad de círculos que hay en la imagen (aunque podría ser divertido, porque claro, algunos omitirán el circulo grande, otros muy ciegos omitirán varios círculos y los muy suspicaces pensarán incluso que espero que cuenten las “o” de este latero relato). Este círculo es un test. Y según usted ve un 5, un 2 o un 9 usted es parte de ellos, de nosotros o de los “otros”.

La pregunta natural es qué significa ser parte de ellos, de nosotros o de los “otros”. La pregunta apunta a conocer el sentido del borde, qué distingue a quién es parte de ellos, de nosotros o de los “otros”. Pues como tengo el poder de la pluma, lo voy a dejar en suspenso… y ese suspenso me da tiempo suficiente como para latearos a discreción.


Numerosas investigaciones – cuando se podía de verdad hacer investigación experimental en ciencias sociales, antes que la fanfarronería ética eliminara la ciencia de las hoy mal llamadas ciencias sociales (luego vino la estadística al rescate permitiendo los diseños cuasi-experimentales) – han demostrado que no se necesita una razón sustantiva para crear grupos entre individuos, solo basta decirles que son de uno u otro grupo.


En esta línea, Sherif y sus discípulos dispusieron de algunos niños de similares características sociodemográficas, intelectuales y físicas y les dijeron que iban a pasar unas semanas en un Summer Camp (samer camp). Pues dividieron aleatoriamente a los niños antes que se conocieran en dos grupos. Cuando cada grupo supo de la existencia del otro, se desató la guerra: los lindos niños suburbanos de familiasbien se convirtieron en indignos hijos del Barti o el Kramer, reemplazando toda afinidad con Carreño por palos, piedras e insultos (y eso porque no tenían acceso a filosas, fierros mojados o tunas).


En esos mismos años dorados de la investigación, Tajfel y sus discípulos les dijo a una muestra de personas que estimara la cantidad de círculos en una figura (¡cual Julito Videla!) y aleatoriamente les dijo que eran sobrestimadores o subestimadores. Acto seguido y sin mediar contacto entre los participantes, les pedía que se imaginaran que tenían que repartir una suma de dinero entre las personas que fueron parte del estudio: los sobrestimadores tendieron a darle más dinero a los de su grupo y a castigar a los subestimadores. Lo mismo ocurrió con los subestimadores que tendieron a favorecer a los propios, en circunstancias que solo había una distinción simbólica (no por ello artificial) entre los grupos.


Otro experimento igual de notable lo pueden ver aquí (el primer y segundo capítulo son los que valen la pena) y podrán entender que la principal razón de odio entre grupos es que exista un borde entre ellos; los mismos grupos se encargarán -no se necesita mucho tiempo- de que ese borde se convierta en un abismo.


Así pues, podemos dividirnos entre los que ven un 5, un 2 o un 9 en la figurilla de arriba. Podemos desatarnos la guerra, descalificarnos como estos niños en Iowa o establecer privilegios si tenemos el poder y la posibilidad.


Yo veo un 2, y a mucha honra. Aproximadamente un 20% de distinguidos privilegiados en la población vemos un 2. Ni aunque venga Tony Kamo voy a ver un 9 ni un 5, ni menos comeré una cebolla.


Si usted ve 5, allá usted: disfrútelo, gózelo… pero allá con la muchedumbre. Y si ve un 9, por favor ni se acerque, de verdad se lo digo. Prefiero que mi casa se llene de cucarachas a que venga a viaje a este gélido invierno para quedarse en mi casa con la excusa que quiere un autógrafo del paupérrimo mariscal de campo del equipo de fútbol americano de esta universidad.
Ahora, si no sabe de lo que estoy hablando porque eso de los grupos le parece demasiado artificial o porque a usted los Derechos Humanos le lavaron el cerebro y porque, consecuentemente, solo ve un gran círculo que nos engloba a todos, le pido que por favor abra los ojos y asuma la irrefutable y abundante evidencia tanto ‘científica’ como anecdótica como personal. Le puedo dar sugerencias de cómo abrir los ojos: vaya a un clásico Boca-River y vístase de bandasangre en la 12; camine por un barrio que en el que no solo usted, sino que por consenso generalizado, no se considere un ‘barrio seguro’; vaya a comprar a 10 de Julio o pregúntele a su vecino de oficina (asumo, por lo tanto, que la pequeña afición a la lata no se propuso no sacar la vuelta este año) si ve un 5, un 2 o un 9. Y dígale si ve un 5, un 2 o un 9.

Ya es hora de decirle de qué se trata todo esto, ¿no? Los más perspicaces adivinarán que no se trata de un test de sordera – difícil detectarla mediante la vista – ni del talento que hubiese tenido si hubiese sido concertista de piano pero que, como sus padres no le pagaron las clases a sus tiernos 8 años, tendrá que contentarse con saber que pudo haber tocado en el Carnegie Hall un concierto de Rachmaninov. Se trata, claro, de algo con la visión. Los que vemos 2 somos daltónicos. No podemos distinguir el rojo del verde en ciertas circunstancias. Este tipo de daltonismo – obvio, según una poco extensa revisión de páginas web no profesionales – figura entre los más comunes y es privilegio de aproximadamente uno de cada cinco personas.
¿Cómo llegamos a todo esto? Hallábame en clases y mientras el profesor discutía lo interesante de la trayectoria reflejada en la curva verde respecto de la roja, yo, perplejo y pensando que era una falla del proyector, le pregunto a un compañero si, en efecto, distingue las curvas. Y claro, las distingue, y claro, ve un 5… porque 5 es lo que ve la mayoría de la gente pues la mayoría de la gente puede distinguir los colores.

¿El 9? El 9 se supone que no lo ve nadie. Si usted ve un 9, felicitaciones, envíeme su dirección postal y cuenta de banco y le haré llegar un pasaje de ida (de ahí la dirección postal) y con todos los gastos pagados (de ahí la cuenta de banco) en el cómodo y rápido transporte público de Santiago a las paradisíacas dependencias del más moderno resort todo-incluido El Peral. Y se pone mejor porque a las pocas semanas el resort se convierte en un crucero… al rato en una nave espacial y si quiere, también en el set de Cachureos, ¡con Roberto Nicolino y el tío Marcelo animando juntos!.

Posdata: son exactamente quinientas ‘oes’ en este relato contando esta postdata, por si le dieron ganas de contarlas. Y sí, que hayan sido exacatamente quienientas es intencional.