Si a la modernidad se le han dedicado extensas (¡y vaya qué excitantes!) obras, de sus consiguientes paradojas se han escrito interminables páginas, de insufrible valor ansiolítico, auspiciadas por los más eficientes fármacos y cargadas del somnífero aroma que envuelve a nuestro querido Teatro Municipal. A este conjunto de obras corresponden esas poco interesantes divagaciones de la astucia del sujeto, de observadores y distinciones, de reducción de complejidad y autorreferencia, del control y el riesgo, de la creciente individuación y confianza en sistemas expertos, del individualismo y fuentes de identidad, entre otros (muchos muchos – demasiados – otros) temas y derivadas de aquel proceso que algunos han dado por muerto hace ya tiempo.
No os aburriré (tanto) con una discusión pseudo filosófica de la ontología del sujeto y su relación con los orígenes de la persona. Me referiré a las manifestaciones paradójicas de la modernidad que pueden de hacer de usted un personaje de alto nivel moderno. Para eso debemos aceptar el supuesto de que lo que viene a continuación son, en efecto, paradojas y que estas corresponden a unas propias de la modernidad. Si son, por un lado, fenómenos observados en un lugar que pertenece a un país moderno, y, por otro, existe en ellos algún grado de contrasentido, incoherencia y contradicción implica que las incongruencias observadas en elementos del conjunto de la modernidad son propiamente paradojas de la modernidad.
Luego de este (impresionante y entretenido - ¡!) ejercicio lógico procedamos descubrir las paradojas de la modernidad manifestada en el comportamiento cotidiano de los modernos energúmenos trogloditas de este interesante lugar:
- Disfrutar de la actividad física sin siquiera moverse: se trata simplemente de contar con un aparato televisivo y seguir ávidamente los canales y programas deportivos. Se trata de discutir y conversar de récords atléticos y proezas deportivas minimizando al máximo los movimientos corporales moviendo sólo la mandíbula, el cuello y los ojos. Es eso de excitarse mirando nuevas y más complejas variaciones deportivas de actividades físicas culminando en combinaciones completamente idiotas y cuya manifestación ya legendaria es el Chess Boxing (ande, búsquelo que es notable).
- Soñar y desear a mujeres y hombres cuyo peso y masa corporal es inversamente proporcional al propio. Así, mientras aumenta la dosis de chips, “hamburguesas”, aceites hidrogenadas y grasas trans-saturadas en la dieta promedio, disminuye el índice de masa corporal en los modelos y rostros promedio, de manera que se puede decir con toda validez estadística que esta relación constituye, en promedio, una paradoja moderna.
- Vibrar con la velocidad y los choques en espectáculos de alta expectativa espectacular (y débil realización de ellas) en eventos profesionales como la IndyPro y la Nascar y otros más amateur y aún más patéticos como un Destruction Derby (búsquelo también) mientras se respeta piadosamente las señales de tránsito. Se trata no sólo de hacer tender las consecuencias de un choque y la transgresión a la norma al infinito, sino también castigar la sola expectativa de una colisión con seguros a precios exorbitantes.
- Rehusarse a pagar impuestos al tiempo que se hace cola en el nuevo casino que se abre a pocos metros del que ya existe, que está ubicado a pocas yardas de ese que se inauguró hace solo pocos meses. El truco se trata de hacer campaña política y tapizar muros y jardines exigiendo rebajas al impuesto a la propiedad pero pagar religiosa y puntualmente el impuesto a la estupidez matemática.
- Se trata no solo de extender un dominio total y absoluto sobre la naturaleza, sino de invertirla hasta el absurdo. Es torturar al termostato creando gélidos ambientes en verano y ardientes temperaturas en invierno. Se trata de incomodar lo máximo posible, obligando a usar chaleco en verano y guardarlos por inútiles en invierno, llevando al imperio de la eficiencia a ser un reino de paradojas.
Esto de vivir en un país moderno me ha llenado de paradojas: en este momento regreso a mi hogar inmerso en un mar de contradicciones, de las cuales podrán atestiguar quienes han seguido este humilde e inútil espacio. El parachoques de nuestro automóvil luce orgulloso un autoadhesivo propagandístico, nuestra paciencia se ha sido desafiada con forzosos tures a las visitas que inexplicablemente comienzan a hacer fila para llegar a este lugar. Ya cuento los días para el 10 de septiembre, día en que se realizará no solo una competencia de arrastre de tractores, sino que también una análoga con burros y otra con ponies, además (tome nota y súmela a esa creciente envidia) de un Destruction Derby en la feria de nuestro condado.
En honor a su flojera y para darle una excusa para extender la sacada vuelta que tantos réditos le ha traído a usted, fiel, leal e ilustre lector, aquí los vínculos a los espacios a los que no fue:
13 comentarios:
Estimado Montt: me resulta bastante apropiada tanto la descripción asi como la identificación de alguna de las paradojas que ha tenido usted la oportunidad de observar en su periplo por el mundo de la modernidad.
Jouever, no estoy de acuerdo con que el comportamiento de no desear pagar impuestos se contraponga con el de querer gastar montos similares en un casino (donde al contario de los impuestos, al menos tenemos la probabilidad positiva, y en algunos cercanas a un 50%, de obtener más ingresos de los que depositamos en un comienzo).
El rehusarse a pagar impuestos no tiene que ver con el hecho de gastar unidades monetarias y si con que ese gasto no fue elegido por nosotros.
Como se habrá percatado, aún existen seres humanos que preferien gastar sus ingresos en actividades, productos y/o servicios que han sido elegidos por ellos y no por sus representantes.
Ha regresado polémico sr. Montt,eqndnp,porque discrepo radicalmente de anónimo. Es rol del estado proveer los servicios básicos a la comunidad y los financia con los impuestos, ¿Es ud. de los que no pide la boleta y se ahorra el IVA?
Respecto a las Pe eMe estamos recién empezando.
Estimada moñi, no era mi intención generar un debate en torno a la importancia de los impuestos para proveer los bienes que la sociedad considera que no pueden ser provistos por el sector privado en forma eficiente (no necesariamente tenemos que hablar de bienes considerados 'básicos' -particularmente no sabría como definirlos-). Nada más intentaba señalar que no existe una contradicción lógica entre los comportamientos señalados por el Sr. Montt sino que estos obedecen a una conducta perfectamente racional por parte de los individuos.
Pero ya que pregunta, yo soy de los que prefiere gastarse sus propios ingresos antes de que otros se los gasten por mi. Un saludo.
Anónimo, permítame refutar sus alegatos contra mi incongruencia lógica en el punto tributario.
Verá usted que la lógica con la operan los casinos de juego es muy simple: cobra (las fichas que usted pone en el tablero), reparte (premios) y recorta (costos de operación y utilidades). Esta lógica de cobrar para repartir y recortar no es muy distinta de la de un gobierno que cobra (impuestos), reparte (inversiones públicas, subsidios, rebajas tributarias) y recorta (sueldos públicos y en casos menos dignos (sobre)sueldos públicos). En ambos casos el recorte permite mantener en operación el aparato distributivo.
Hay, sin embargo, una diferencia importante: el reparto en el casino es totalmente aleatorio y el reparto del Estado es - supuestamente - por necesidad (provisión de servicios públicos) y/o por mérito (becas, subsidios a la inversión - por ejemplo al riego agrícola (!) ) entre otros.
Otro aspecto relevante es que el recorte del casino se divide en utilidades, gastos operacionales e impuestos al juego, por lo que en cada ficha que usted pone no solo le está pagando el premio a otro, sino que le llena el bolsillo al dueño del casino y paga impuestos - más incluso - como toda la gente.
Para que la máquina distributiva del casino pueda operar, los premios no pueden ser jamás mayores que lo que cobra (sino de dónde recorta), por lo que si usted juega ad infinitum (o en términos probabilísticos el valor esperado) el premio que recibirá será siempre menor a lo que jugó. Así dígame qué juego paga más del 50% de los casos y le explicaré cómo lo que paga es menos de lo que usted juega.
En todo lo anterior se sustenta lo que para mí tiene perfecta validez lógica, no solo por el aspecto distributivo (usted juega para que otros ganen, ¿o me va a decir que de todas las veces que ha jugado ha ganado más de lo que ha perdido?), sino también porque indirectamente en su juego está pagando mucho, mucho impuesto que va a parar a las sedientas arcas del Ejecutivo.
Puedo seguir si quiere, usted sabe cómo disfruto con esto de dar la lata, con, por ejemplo, las probabilidades de ganar en cada juego y lo que paga cada uno para ponerle de manifiesto lo que ya todos saben pero olvidan cuando entran ambiciosos y esperanzados al casino y recuerdan cuando salen arrepentidos y frustrados: la casa siempre gana.
Estimado Sr. Montt: aunque no se de probabilidades, permítame ensayar una respuesta.
La existencia de una analogía no prueba la existencia de una contradicción lógica.
La analogía es aparante pero no de principio: la gente no elige pagar impuestos. El pagar impuestos le quita a las personas cierta (en una relación positiva con la proporción impositiva) posibilidad de hacer con sus ingresos lo que bien entiendan: comprar muebles, comida, hacer deportes,..., ir al casino.
Es totalmente natural y racional que las personas que desean gastar sus ingresos en otros bienes que los provistos por el estado tengan incentivos suficientes como para oponerse a los impuestos y de esta manera hacer con su dinero lo que bien entiendan y ya que estamos. La incongruencia la encontraríamos en individuos que, deseosos de jugar al casino, incrementaran su bienestar pagando impuestos.
La gente no solamente juega por ganar. De hecho, pocos jugadores lo hacen. De la misma forma que pocas personas corren o saltan para obtener medallas, los seres humanos pueden disfrutan de diversas actividades y obtener distintos niveles de placer en cada una de ellas sin que exista una retribución externa que se deriva de dicha actividad. Estos (los seres humanos) elegen llevar a cabo aquellas ocupaciones que les otorgan niveles de placer más elevados y sin que esto signifique mayores niveles de retribución monetaria.
Pero como usted ha mencionado: la casa siempre gana y este blog ya tiene dueño.
Un saludo.
Concuerdo con el sr. Montt y para continuar esta discusión muy latera, creo que nos tenemos que poner de acuerdo en algunos principios básicos. Si no pagaramos impuestos, como financiamos el alumbrado público. Más aún ahora que le tenemos que pagar a las empresas privadas que son implacables, por citar un ejemplo básico.
Anónimo tiene un punto respetable: no confía en la administración de estos ingresos por parte del estado pero debo decirle que es lo mejor que tenemos a pesar de todo.
Hay muchos items que son necesarios y fundamentales para la sociedad pero que no son negocio y, esto le puede producir horror a Anónimo, hay que subencionarlos.
Pagar los impuestos debería ser un placer.
A ver, por un lado el dueño de la casa siempre gana (así que no voy a contestar) y por otro tiene siempre derecho a cerrar el local.
Les sugiero amable y enfáticamente que la discusión política se la guarden para cuando Alfredo Lamadrid les invite a una de sus apasionantes sesiones de charla.
¿Les parece?
Excelente idea. Quedo a la espera de más Pe eMe porque ud. recién comienza con esta latita de las paradojas.
Estoy muy feliz de que ud. este de vuelta.
Moñi.
jajajaja la madrid
el que parte y reparte se deja la mejor parte
así es el dicho o no?
Oiga usté:
me demoré como tres días en leer su blog. Mi concentración ha disminuído últimamente, se lo achaco a la falta de vacaciones. Eso sí, lo felicito, está dando a lata de manera totalmente profesional.
Sin embargo, me parece que los comentarios posteriores son AUN más lateros, lo que me hace felicitarlo nuevamente, esta vez por promover tan exitosamente la discusión latera.
Reconozco que en un arranque de proactividad, busque en google el chessboxing mientras leía su post y es realmente sorprendente.
Ahora bien, creo que una de las grandes paradojas de la modernidad está retratada en el último post de Nada que aportar. Andar echando spray de "brisa matutina" en la casa, en vez de abrir las ventanas temprano en la mañana....
Yo también soy de los que prefieren gastar su plata en lo que quieran, y no en lo que me impongan.
Y una de las cosas en las que me gusta gastar es en el casino. En el de juegos, claro, no en el casinodondelagentecolaenlahoradecolación.
Si me pregunta (ya sé que no lo hizo, pero igual respondo), encantado le cambio todos mis demás impuestos por el del casino. Al final la plata va donde mismo, pero al menos jugando me entretengo.
Es similar a la a estas alturas añeja discusión sobre María Carolina (la recordará usted). Cómo no va a ser más gratificante dejarle la plata en el velador luego de un buen rato que pasarla a través de una ventanilla a un cajero que lleva más horas sin dormir de las recomendables, todo por la "noble cruzada". Hay formas y formas de ayudar, ¿ve? Debería ser igual con los impuestos.
Y hablando de paradojas, la de María Carolina es digna de estudio, ¿no?
Fran,
Vea usted que tanto se me hinchaba el pecho de orgullo de generar tan somníferas discusiones que debí detenerlas antes de que explotara de orgullo... hay un límite.
Gran paradoja la que usted señala, igual que la de aceitar el auto con aromas campestres para viajar por la ciudad.
Hay que tener cuidado eso sí, porque si hacemos un llamado público para invertir la paradoja de todos aquellos que disfrutan del aroma marino en el baño después de sus momentos solitarios podemos tener una catastrofe higiénico-ecológica de proporciones.
...
Señor que no aporta,
Buen punto el que usted trae a colación y puede generar no solo eficientes políticas públicas: cada ciudadano elige si le entrega al Estado un porcentaje de su renta y propiedad o si juega un poco más de ese porcentaje en el casino.
Ahora, notable sería que esto fuera en un casino de María Carolina... pero al paso que vamos, lo más seguro es que la Cuca abra un Casino antes que María Carolina, y en la ruleta de la Cuca sí que no me gustaría jugar.
No me queda claro qué tipo de estudio merece María Carolina (se me ocurren no pocos).
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