26.6.08

Me le excusa

Distinguida concurrencia,

Mi ausencia de los pastos de lata se debe a los magros resultados económicos que han llevado a los economistas y medios a invitar a la conversación a ese temido sustantivo: recesión. Ese mismo sustantivo que invoca al archi-enemigo del progreso, el anti-héroe del capitalismo (y, por extensión, de la ¡felicidad, alegría y contentura colectiva!), aquel angel demoníaco luciferioso que destruye con su dedos de fuego los niveles de confianza colectiva que teníamos antaño... ese terremoto económico (tome nota) que pone en vilo las ganancias de nuetros ademanes, los empresarios, que nos guían por el buen rumbo me produjo una revelación.

La inflación, el precio del petróleo por sobre los cuatro galones me inspiraron y decidí trabajar, poner mi granito de arena en esa playa que se inunda de foreclosures y crisis subprime para ser parte (al fin) del producto bruto nacional de algún país, poner mis centavos en el chanchito de la economía mundial.

Esa es la historia de mi conversión y de mi consiguiente ausencia de los placeres del ocio, la lata, el aburrimiento y la idiotez.

Pero como bien sabemos, aunque la mona se vista de seda, mona queda, y la tentación es inminente. Soy débil y me uniré al ángel demoníaco y volveré a esculpir latas de kriptonita.

Así que ruego aguanten esa impaciencia un par de días más, que voy y vuelvo.

27.4.08

Sigamos Estudiando

Una amplitud de estudios señalan las ventajas comparativas de poseer estudios de Educación Superior. No solo los que han cursado estudios de Educación Superior obtendrán, en promedio, mejores trabajos, mejores sueldos, mejor salud, mayores niveles de satisfacción personal, sino que también se ‘casarán mejor’. La homogamia educacional es muy fuerte, de modo que más del 80% de las personas se casarán eventualmente con alguien de un nivel educacional igual o adyacente. De esta manera es muy difícil encontrar una persona con un magíster casándose con alguien que solo completó la educación básica. Esta persona que a lo más conoció a su profesor de octavo se casará, muy probablemente, con una persona que llegó a ese mismo nivel, que no completó la básica o que no completó la media. Y como tener estudios superiores lleva a tener un mejor nivel económico, casarse con una persona de un nivel similar duplica los retornos.

Esa puede ser una de las razones por las cuales una persona en sus tiernos 23 años decide seguir estudiando luego de recibir su cartón de Educación Superior. ¿O me van a decir que la universidad es más que un mercado de parejas? Hay otras razones para postular a uno de los más de 689 magíster, 136 doctorados, 144 ‘cursos’, 262 postítulos o 357 diplomados que se ofrecen en el país.

Puede ser el temor a competir en el mercado laboral, el terror a asumir que el sueldo que obtendrá un egresado de Diseño Gráfico será igual o inferior al de una Asesora del Hogar; la necesidad de obtener más herramientas para sacar ventajas comparativas entre los miles de psicólogos que gastaron millones en pesos y cinco años ne tiempo para poder entender su propia frustración y depresión al tomar ese trabajo de Vendedor de Seguros de Vida. También están aquellos que, dándose cuenta del terrible error que cometieron eligiendo esa carrera de vocación, ideales y voluntad para cambiar el mundo prefieren dar un giro a su carrera que trabajar en un Call-Center. Para otros es un rito de pasaje necesario (MBA), y, en otra veta están los que buscan la esquiva y dorada llave a la torre de marfil de ese mundo académico que no paga sino en esa extremadamente devaluada moneda del 'conocimiento'.

La demanda por estudios más superiores que los de la Educación Superior existe en abundancia. Y la oferta no se queda atrás. Para las universidades, ofrecer postítulos, diplomados, magísteres, cursos de perfeccionamiento es un negociazo y por eso han debido también diferenciar su oferta, para liberar un mercado que ya estaría saturado. Un Magíster en Gestión ya no dice nada, por lo que ahora llevan los apellidos de: Ambiental, Ambiental de Proyectos, Cultural, de Empresas, de Escuelas Efectivas, de Operaciones, de Organizaciones de la Salud, de Organizaciones con Mención en Recursos Humanos, de Organizaciones con Mención en Marketing, de Organizaciones con Mención en Finanzas, de Organizaciones Públicas, de Recursos Humanos, del Conocimiento en Intervención Cognitiva, del Desarrollo Regional y Local, Educacional, Empresarial, en Desarrollo Sustentable, En Políticas Nacionales con Mención en Educación y Cultura, Escolar de Calidad, Estratégica Pública y Desarrollo Local (reinventando gobiernos), Farmacéutica y Framacia Asistencial, Jurídica de las Empresas en el Siglo XXI, (noten que vamos recién en la J!), Mención Control, Mención Control en Contabilidad y Finanzas, Mención Finanzas y Contabilidad, Mención Tributación Internacional, Pública, Pública, Desarrollo Local y Regional (no es lo mismo que el de Desarrollo Regional y Local), Tributaria, Turística y Hotelera, y Dirección de Empresas, y Dirección Educacional, y Planificación Ambiental, y Políticas Públicas, y Tecnología Ambiental.

Ponga usted una universidad, ofrezca un Postítulo en Psicología, Desarrollo Cognitivo Neuropsicoliberal con Mención en Psicoanálisis y Terapias Transfiguracionales y tendrá colas de gente enviándole su autógrafo, fotografía, notas de la universidad y una carta llena de mentiras y buenas intenciones. Si es magíster, tanto mejor.

Así entiendo la existencia de los más bizarros robos a mano armada de este tiempo. Además de ofrecer carreras sin ningún futuro y que no satisfacen función social alguna más que mantener a los adolescentes ocupados pensando en tomas y molotov, universidades privadas y públicas, institutos profesionales y centros de educación de las fuerzas armadas le entregan, a cambio de un suculento cheque, un cartón que carece de todo valor de mercado. Su sustento está en la vacua esperanza del postulante y la sedienta cuenta corriente del oferente.

Tras una revisión exhaustiva, propia de la rigurosidad de Lateándola, de los 8978 programas de Educación Superior registrados en la base de datos de público acceso del Consejo de Educación Superior dispongo a ustedes de los más eclécticos y bizarros programas para seguir estudiando… en caso que su título profesional o licenciatura no le satisfaga, o que tema dejarse guiar por la mano invisible del mercado laboral, o que un vacío existencial le llene su vida y le guíe a buscar un nuevo maestro o guru guru.

Señoras y señores, por favor ayúdenme a descifrar la diferencia entre el “Diplomado en Sexualidad Humana” que ofrece la Universidad Católica del Norte y el “Diplomado de Sexualidad Humana” que ofrece la Universidad Diego Portales.

Explíqueme qué vocación democrática puede llevar a alguien a satisfacer expectativas cognitivas en un programa que es más bien un manual para crear un Estado Totalitario: “Diplomado en Economía Política y Planificación de la Información, la Comunicación y la Cultura”. El complot político no podía ser tan evidente, por lo que le pusieron un subtítulo paradójico a tan oscuro plan político: “Participación y Desarrollo”.

Sigamos.

Magíster en anatomía humana. Confíe en mí que le sale más barato sacar un libro de la Biblioteca Nacional, leer y memorizar, tal como lo hacen los alumnos de primer año de medicina que pagarle a la Universidad Nacional Andrés Bello.

La Universidad Adolfo Ibañez, por otro lado, ofrece tres diplomados en Focusing: El Arte de Dialogar con el Cuerpo (programa intensivo), el Arte Terapéutico de Dialogar con el Cuerpo, y Teoría y Práctica de la Psicoterapia Experimental. Estos son solo tres de la amplia gama de postítulos, diplomados, cursos y magísteres en pseudo-psicologías que se ofrecen en el país. Entre ellos los con mención en Clínica, Educacional, Social Comunitaria, de la Salud, Psicoterapia Integrativa, Psicoanálisis, Psicoterapia Estratégica Sistémica, Analítica Junguiana, Psicoterapia Experiencial, Organizacional, Jurídica y Forense (extraña mezcla).

Hay otros que seguramente entregan menos retornos que leer la colección completa del Condorito: Diplomado en Cuerpo, Imágenes y Máscaras, Diplomado en Discurso Académico y Habilidades Interculturales, Diplomado en Disfunción, Diplomado en Gestión de Técnico Económico de Voladura de Rocas (¡!) y los diplomados en marketing: deportivo, gerencial, integral, moderno que son claramente distintos de los diplomados en gestión y marketing deportivo y turístico.

Pero me gustaría ser parte de cuatro diplomados, solo para ver a la gente que postuló y fue aceptada y engañada: a los pobres tipos que los enviaron de sus empresas para hacer el Diplomado en Historia Institucional y a los papasfritas que se tragaron la publicidad del Diplomado en Management.Com. O a quienes se enrolaron en el Curso Arqueología del Tarot: Contexto y Procedimiento de una Mántica Analógica y en el Diplomado en Estudios Estratégicos Vecinales.

16.3.08

Las Películas de Patricio

No sé si alguno de ustedes veía Los Simpsons cuando todavía eran una producción impecable. No pretendo decir que ahora no son dignos de mi tiempo y ocio, pero antes eran otra cosa. Esta época dorada de Los Simpsons terminó a la sazón de la temporada 12 y comienza en la tercera o cuarta temporada. En uno de los capítulos de esta mentada era, Springfield celebra el día de San Patricio. Resulta que justamente hoy se celebran 11 años desde el estreno del capítulo 4F15, que antecedió a la celebración oficial en EEUU de Saint Patrick’s Day (seint patrix dei) un 17 de marzo de 1997. Todos los años se celebra al patrono de los Católicos Irlandeses y todo tiene un motivo verde, de trébol y/o duendes. La gente, tal como en christmas (crismas), halloween (jálogüin) o easter (ister) se viste acorde a la celebración. Tanto así que si usted no viste alguna prenda verde para el día de San Patricio, cualquier persona tiene el derecho legítimo de peñiscarle con la fuerza que le parezca conveniente.

Pues en esta celebración animada con sede en Springfield, hay un desfile para el día de San Patricio, el río lo pintan de verde y, la muchedumbre (vestida de verde, Marge incluso se tiñe el pelo) toma alcohol hasta el hastío mientras los carros alegóricos desfilan por la avenida principal. Bart procede, accidentalmente, a emborracharse y dado el triste espectáculo que ofrece, la ciudad de alcalde Quimby decide promulgar una ley seca que conduce a un mercado negro del alcohol controlado por las mafias. Todo en directa alusión a la Ley Seca avalada por la 18ª enmienda a la Constitución, que estuvo en efecto entre los años 1920 y 1933 y que llevó al poder, gloria y memoria colectiva a Alfonso Gabriel ‘Al’ Capone y a Jorge ‘Bugs’ Moran.

No es uno de los capítulos más memorables ni mucho menos, pero lo único que tiene de ficticio es el carácter animado de la trama. Sí, en EEUU la gente se viste de verde para el día de San Patricio y luego les comento si me peñiscan o no. Sí, en EEUU muchas ciudades celebran un desfile tan digno de la atención colectiva como los del 19 de septiembre. Sí, en EEUU barrios y organizaciones gastan millones en carros alegóricos. Sí, muchos gringos comienzan a emborracharse, gritar y a hacer escándalos a tempranas diez de la mañana en el sábado que antecede al día de San Patricio que es el día del desfile. Sí, en EEUU pintan los ríos de verde con motivo de San Patricio. Y no, no todas las ciudades que lo intentan logran el objetivo con el resplandor de Chicago, cuyos ciudadanos se congregan en masa a mirar como el río café se convierte en naranjo y luego a un verde fluorescente, al punto en que creen en un duende que vive en río que permite que la pigmentación se produzca exitosamente y dure más de tres horas.

Muy al contrario de lo que pensaba antes de venir, ni Los Simpsons ni muchas de las producciones Hollywoodenses son fruto de la prodigiosa imaginación de sus guionistas y/o productores. Cada día que pasa me doy cuenta que la imaginación de estos millonarios de la industria cinematográfica es pobre y limitada: no hacen más que contar su propia historia, o la de sus amigos o la de sus hijos. Es más, disfrutaba (a veces, lo confieso) con las producciones adolescentes de Hollywood (léase American Pie, Clueless y películas afines) porque pensaba que eran hipérboles muy bien realizadas del ChicoCool, el GeekOrgulloso, el ChicoQuePretendeSerCoolPeroNoLeSale, la PorristaRubiaTontaSuperficial, el PúberPunk, el NerdQueHablaComoIdiota, y los Indiferentes que aquí se les llama StraightEdge (streitech). Y no, no son hipérboles, tipos ideales, estereotipos o caricaturas. Estos tipos existen y por eso las películas ganan plata; porque uno y cada uno de los asistentes al cine son o conocen muy directamente a alguna de las representaciones. Son y conocen sin exigirle nada a la imaginación.

¿Se acuerdan de la Revancha de los Nerds? No los culpo si no la recuerdan, porque probablemente su memoria, en un favor profundamente caritativo la borró de su experiencia para no generarle ni rabia ni odio ni pena ni vergüenza ajena. Pues los Nerds, los FutbolistasCerveceros y las fraternidades existen. Y muchos universitarios de pregrado hacen lo posible por pertenecer a alguna de ellas (comiendo huevos crudos, tomando hasta la indigestión, recibiendo incluso balazos en las pruebas de admisión o ritos de iniciación). Los Nerds y Geeks son así, se visten así, comen así, y para peor, hablan así, como Napoleon Dynamite y su hermano. Ni siquiera en la cola para la final nacional de Magic en Chile van a encontrar a gente así, ni menos en los puestos más cercanos al servidor en un tarreo de WarCraft. Y los ChicosCool existen tal cual. De día lanzan un freesbee, pelotas de béisbol o lacrosse, con el único propósito de exhibirse ante las RubiasIdiotas que toman sol de (tan idiotas no son) sol a sol. De noche, estos chicos toman en una eterna lucha de testosterona en que las neuronas son las que más pierden, y en la que las chicas pierden otras cosas para no recuperarlas jamás. A los Indiferentes o ChicosAlternativos se les puede ver haciendo presión para que den películas alternativas en el cine – pero no taaaan alternativas como La Historia del Camello que Llora; Borat es, más bien, la referencia. A los SocialIsolates (soushial aisolets) se les puede ver comprando pistolas para ser el próximo motivo movilizador de tropas de la CNN. No confunda con los SocialIstas, que aquí no existen.

A pesar que el dólar está muy barato y, comparativamente, es más conveniente venir a EEUU ahora que antes, al que quiera conocer a las gentes dende por aquí los Estados Unidos, le recomiendo el turismo de sillón. Le es más barato comprar un equipo reproductor de películas, algunas películas (las puede elegir al azar, todas van a tener mucho de real) y sentarse, al más puro estilo Al Bundy, para no sufrir las incomodidades de un avión o proceso de imigración. No tiene siquiera que saber inglés (¡póngale subtítulos!), así que puede ahorrarse esas chauchas del Tromwell para ponerle algo de sabor a las insípidas palomitas de maíz (le recomiendo un surtido de hierbas culinarias).

Con cualquier película digo, sinceramente, cualquiera. Puede ser Rushmore o Legalmente Rubia, America X o Jamás Besada. Puede bien ser Juno o De Vuelta al Colegio. Puede ser incluso Robocop o El Planeta de los Simios. Porque algo tienen que tener de verdadero estas últimas dos, sino no me explico cómo carajo llevaron a más de siete personas al cine.

7.3.08

De Circulillos


Asumiendo que la configuración de colores de su computador y pantalla es relativamente normal, usted podrá distinguir en la imagen que a este texto acompaña muchos pero muchos círculos. No se preocupe, no me bajó un arrebato de JulioVidelismo y no le voy a pedir que estime la cantidad de círculos que hay en la imagen (aunque podría ser divertido, porque claro, algunos omitirán el circulo grande, otros muy ciegos omitirán varios círculos y los muy suspicaces pensarán incluso que espero que cuenten las “o” de este latero relato). Este círculo es un test. Y según usted ve un 5, un 2 o un 9 usted es parte de ellos, de nosotros o de los “otros”.

La pregunta natural es qué significa ser parte de ellos, de nosotros o de los “otros”. La pregunta apunta a conocer el sentido del borde, qué distingue a quién es parte de ellos, de nosotros o de los “otros”. Pues como tengo el poder de la pluma, lo voy a dejar en suspenso… y ese suspenso me da tiempo suficiente como para latearos a discreción.


Numerosas investigaciones – cuando se podía de verdad hacer investigación experimental en ciencias sociales, antes que la fanfarronería ética eliminara la ciencia de las hoy mal llamadas ciencias sociales (luego vino la estadística al rescate permitiendo los diseños cuasi-experimentales) – han demostrado que no se necesita una razón sustantiva para crear grupos entre individuos, solo basta decirles que son de uno u otro grupo.


En esta línea, Sherif y sus discípulos dispusieron de algunos niños de similares características sociodemográficas, intelectuales y físicas y les dijeron que iban a pasar unas semanas en un Summer Camp (samer camp). Pues dividieron aleatoriamente a los niños antes que se conocieran en dos grupos. Cuando cada grupo supo de la existencia del otro, se desató la guerra: los lindos niños suburbanos de familiasbien se convirtieron en indignos hijos del Barti o el Kramer, reemplazando toda afinidad con Carreño por palos, piedras e insultos (y eso porque no tenían acceso a filosas, fierros mojados o tunas).


En esos mismos años dorados de la investigación, Tajfel y sus discípulos les dijo a una muestra de personas que estimara la cantidad de círculos en una figura (¡cual Julito Videla!) y aleatoriamente les dijo que eran sobrestimadores o subestimadores. Acto seguido y sin mediar contacto entre los participantes, les pedía que se imaginaran que tenían que repartir una suma de dinero entre las personas que fueron parte del estudio: los sobrestimadores tendieron a darle más dinero a los de su grupo y a castigar a los subestimadores. Lo mismo ocurrió con los subestimadores que tendieron a favorecer a los propios, en circunstancias que solo había una distinción simbólica (no por ello artificial) entre los grupos.


Otro experimento igual de notable lo pueden ver aquí (el primer y segundo capítulo son los que valen la pena) y podrán entender que la principal razón de odio entre grupos es que exista un borde entre ellos; los mismos grupos se encargarán -no se necesita mucho tiempo- de que ese borde se convierta en un abismo.


Así pues, podemos dividirnos entre los que ven un 5, un 2 o un 9 en la figurilla de arriba. Podemos desatarnos la guerra, descalificarnos como estos niños en Iowa o establecer privilegios si tenemos el poder y la posibilidad.


Yo veo un 2, y a mucha honra. Aproximadamente un 20% de distinguidos privilegiados en la población vemos un 2. Ni aunque venga Tony Kamo voy a ver un 9 ni un 5, ni menos comeré una cebolla.


Si usted ve 5, allá usted: disfrútelo, gózelo… pero allá con la muchedumbre. Y si ve un 9, por favor ni se acerque, de verdad se lo digo. Prefiero que mi casa se llene de cucarachas a que venga a viaje a este gélido invierno para quedarse en mi casa con la excusa que quiere un autógrafo del paupérrimo mariscal de campo del equipo de fútbol americano de esta universidad.
Ahora, si no sabe de lo que estoy hablando porque eso de los grupos le parece demasiado artificial o porque a usted los Derechos Humanos le lavaron el cerebro y porque, consecuentemente, solo ve un gran círculo que nos engloba a todos, le pido que por favor abra los ojos y asuma la irrefutable y abundante evidencia tanto ‘científica’ como anecdótica como personal. Le puedo dar sugerencias de cómo abrir los ojos: vaya a un clásico Boca-River y vístase de bandasangre en la 12; camine por un barrio que en el que no solo usted, sino que por consenso generalizado, no se considere un ‘barrio seguro’; vaya a comprar a 10 de Julio o pregúntele a su vecino de oficina (asumo, por lo tanto, que la pequeña afición a la lata no se propuso no sacar la vuelta este año) si ve un 5, un 2 o un 9. Y dígale si ve un 5, un 2 o un 9.

Ya es hora de decirle de qué se trata todo esto, ¿no? Los más perspicaces adivinarán que no se trata de un test de sordera – difícil detectarla mediante la vista – ni del talento que hubiese tenido si hubiese sido concertista de piano pero que, como sus padres no le pagaron las clases a sus tiernos 8 años, tendrá que contentarse con saber que pudo haber tocado en el Carnegie Hall un concierto de Rachmaninov. Se trata, claro, de algo con la visión. Los que vemos 2 somos daltónicos. No podemos distinguir el rojo del verde en ciertas circunstancias. Este tipo de daltonismo – obvio, según una poco extensa revisión de páginas web no profesionales – figura entre los más comunes y es privilegio de aproximadamente uno de cada cinco personas.
¿Cómo llegamos a todo esto? Hallábame en clases y mientras el profesor discutía lo interesante de la trayectoria reflejada en la curva verde respecto de la roja, yo, perplejo y pensando que era una falla del proyector, le pregunto a un compañero si, en efecto, distingue las curvas. Y claro, las distingue, y claro, ve un 5… porque 5 es lo que ve la mayoría de la gente pues la mayoría de la gente puede distinguir los colores.

¿El 9? El 9 se supone que no lo ve nadie. Si usted ve un 9, felicitaciones, envíeme su dirección postal y cuenta de banco y le haré llegar un pasaje de ida (de ahí la dirección postal) y con todos los gastos pagados (de ahí la cuenta de banco) en el cómodo y rápido transporte público de Santiago a las paradisíacas dependencias del más moderno resort todo-incluido El Peral. Y se pone mejor porque a las pocas semanas el resort se convierte en un crucero… al rato en una nave espacial y si quiere, también en el set de Cachureos, ¡con Roberto Nicolino y el tío Marcelo animando juntos!.

Posdata: son exactamente quinientas ‘oes’ en este relato contando esta postdata, por si le dieron ganas de contarlas. Y sí, que hayan sido exacatamente quienientas es intencional.

5.2.08

Reciprocidad Cosmopolita

Para algunos el sueño del pibe consiste en vivir en Nueva York, París, Madrid, Londres, San Francisco o Barcelona. Acercarse de una manera cotidiana a la vida cosmopolita de una ciudad global, epicentro de la vanguardia comercial y cultural es, también, una manera glamorosa de atiborrarse de estatus. Permite vanagloriarse de haberse cruzado con Tom Cruise en una tienda de relojes o de ni siquiera voltear la cabeza cuando pasa un Ferrari porque es cosa de todos los días. Esto además de enorgullecerse de escuchar a Joshua Redman en un pequeño club de Jazz, oír a concertistas de la talla de Anne Sophie Mutter tocando bajo la dirección de André Previn, ver los originales de Pollock o pasear frente a las casas de Frank Lloyd Wright sin saberlo.

Vitrinear donde compran las señoras de los políticos dominicanos, tomarse un café – el más barato – donde la elite salvadoreña come caviar con champaña son todos sueños que pueden hacerse realidad si se postula a una universidad, se gana usted una ‘generosa’ beca nacional y se endeuda para que cuadre la ancha y profunda caja de un mes en una ciudad top…

…ese sueño, eso sí, puede convertirse rápidamente en una condena estival. No hay peor pesadilla que vivir en una ciudad o destino turístico en época de vacaciones: los hermanos, padres, suegros, primos, primos de primos, sobrinos de tíos y una interminable lista de familiares que nunca conoció sacan número y hacen fila para ahorrarse las chauchas de un hostal y las castañas tostadas de la calle. Y todo esto antes de haber usted puesto el implemento rojo con los papelitos enumerados o los pequeños pilares con cintas extensibles. Es más, la fila estará ahí aún cuando el cartelito de “cerrado, pase a la ventanilla siguiente” o “vuelvo en 4 años” sea metafóricamente visible, evidente y parte del conjunto de lo obvio.

Más aún, los amigos, los amigos de los amigos (que no necesariamente serán sus amigos porque las propiedades de la transitividad lógica y matemática no necesariamente se aplican en ese fangoso terreno de lo social) apelarán a su buena voluntad, a su vocación de chofer y guía turístico y a ese tiempo que obviamente le sobra porque claro, en esos países no hay ni TranSantiago ni extensos horarios de trabajo porque la gente no saca la vuelta. Y si se está en la edad, no solo llegará una seguidilla de veinteañeros-con-alma-de-adolescentes a perturbar ese pequeñísimo espacio cosmopolita, sino que también le acompañarán sus leales liendres y la larga estela de ropa sucia despertando la vocación de lavandero que lleva dentro.

Lo curioso de este fenómeno es que la ley de la reciprocidad sufre severas alteraciones. Según ésta, quien entrega un regalo/favor/servicio obliga al recipiente a devolver, quien a su vez obliga nuevamente insertando a los partícipes en un círculo _ _ _ _ (_) oso. Si no creen, piensen qué pasaría si a alguien a quien su existencia le es apreciable no le regalasen un regalo de cumpleaños en circunstancias en las que esta persona lo hace anualmente. Existen variaciones en que es un tercero abstracto el que paga, como es el caso de la caridad. Pero la recepción a un extraño coterráneo se paga con un precio/don/servicio/favor que con el pasar de los días tiende a cero.

Esto pues a quienquiera que haya ‘caído’ (entre comillas para identificar el eufemismo, porque más bien constituye una grosera usurpación) en lo de un conocido no devuelve lo equivalente – en alguna escala determinada, con ponderadores particulares – a lo recibido. El círculo de la reciprocidad en estos casos se abre con una sonrisa a la llegada del aeropuerto un ‘sincero’ abrazo ante la inminencia del contacto físico, una infinidad de ‘gracias’ en el transcurso de la estadía, y un ‘muchísimas gracias, en verdad que se pasaron’ al final. Los más decorosos llegarán con una caja de chocolates que compraron en el aeropuerto, un Sahne-Nuss y un tarro de manjar o una botella de Pisco, sin siquiera saber si el hospedero las recibirá de buen gusto. Algunos más finos llegarán con una caja de chocolates Varsovienne o Bozzo que, sin duda, no fue fruto de la motivación del adolescente y precoz ‘aprovechador’ sino de la anticipada vergüenza de su dulce y tierna madre.

Por si las dudas: por mucho que haya venido Cecilia Echeñique a cantar, este lugar es como el Curicó de Estados Unidos. Carece, consecuentemente, de todo atributo que lo ubica en la memoria colectiva como un destino turístico atractivo salvo hectáreas y hectáreas de maíz. Por mucho mall y auto, este no es un polo magnético que produce filas de parientes. Aquí no he conocido ni primos ni a los amigos de mis amigos, ni conozco lo que se siente ser hospedero-chofer-guía por una semana. Así, los más perspicaces ya suponen correctamente que en cuanto crucen la frontera me tendrán sonriendo en el aeropuerto, agradeciéndoles hasta el cansancio y despidiéndome con un sincero “hasta pronto”.

30.1.08

El Monstruito

En las economías del primer mundo, la gente tiene plata para gastar y la industria tiene plata – y mercado – para crear productos que harán de su vida una más grata, fácil y amena. Por ello, en esos locos años 20 y antes de la Gran Depresión comenzó a comercializarse un artefacto eléctrico que se conecta a la cañería del desagüe de su cocina y que aún goza de gran popularidad. Al conectar la corriente eléctrica, giran unas hélices a gran velocidad que trituran ‘casi todo’ lo que se le cruza. Sirve para no tener que botar la comida al basurero y evitar tener que compartir espacio con olores de descomposición y ese agradable juguito de basura.
De paso, adquiere vida propia. Y dado el contacto que tiene con alimentos en camino de descomposición, este artefacto puede convertirse en un monstruito con mucho poder. Puede odiarle sin rencor convirtiéndose en una criatura que amenaza con tapar todas sus cañerías y las de sus vecinos, recordándole amablemente todo lo que usted le que usted, con infinita bondad, le ha ofrecido en las últimas semanas.

Se trata del InSinkErator que, según sus promotores, asegura que puede tragarse una piña sin problemas. Entera. Créanme que me muero de curiosidad de intentarlo, pero no me atrevo pues ese monstruito me odia. A mi llegada creí en la bondad del monstruito y le ofrecía las cáscaras de cebolla, de huevo, restos de tomate y demás comida que sobraba durante la preparación y una vez terminada la ingestión. Nuestra relación iba muy bien, así que tomé el siguiente paso: ofrecerle las cáscaras de plátano, algo que ningún monstruito podría rechazar. En realidad pensaba que le gustaban y que forjábamos una relación muy sólida y enriquecedora. Al cabo de un tiempo me hizo saber que no le gustaba: rechazaba nuevos productos y un día me devolvió todo lo que le había regalado durante más de una semana. Con olores, texturas y fluidos incluidos.

Ahí se declaró la guerra. Llamé al ejército de mantención de mi edificio para que dominara al monstruo. Y lo hicieron, así que a los pocos días y en son de venganza le obligué a comer lo que desató la (otra) catástrofe. Cociné algo en base a maíz, por lo que le ofrecí al monstruo los restos del choclo: las mazorcas y las cáscaras y ningún gramo de maíz. No le gustó al monstruito, porque no alcanzó a tragarse media cáscara cuando se taimó. Y no se trataba de una maña cualquiera porque apagar y prender no funcionaba. Había que ‘dentrar a picar’.

Pero como hace pocos días había venido a mi socorro el ejército de mantención, no quería también destruir mi orgullo siendo el pobre latino idiota que no sabe cómo funcionan los electrodomésticos y debe llamar a los mercenarios otra vez. Os aseguro que sé cómo funciona (la electricidad, las hélices, la fuerza centrífuga, el agua como vehículo para ayudar en la evacuación, etc.), y también sé que me odia. Así que tomé el toro por las astas y llevé la justicia a mis propias manos: lo desarmé.

Sangró hediondamente y retiré lentamente las dagas de maíz que yo mismo le había clavado. Le pedí perdón y volvió a la vida, pero en la cirugía reconstructiva fallé: tenía una pequeña herida que humedecía lentamente y sin mucho ritmo gran parte de la cocina.

Sin soportar más el sufrimiento (o llámase hedor, inundación, etc.) había decidido someterme a la humillación de llamar a mantención otra vez cuando veo que llegan sin llamado previo. Ingresan al departamento del lado y me avisan que estaba inundándose de las cosas que yo cocinaba, que las cañerías de este edificio son tan antiguas y que el sistema es tan absurdo que hay que desarmar todo. Terminé siendo una víctima de la incompetencia arquitectónica, revivieron al monstruito y mi orgullo se mantuvo intacto de mi casa para afuera.

Todo volvió a la normalidad, los de mantención mantenían (claro, es su función) contento al monstruo y yo me mantenía (y veía que comenzaba a ser la mía) alejado… Hasta que la tentación y la bondad se sobrepusieron y le ofrecí un tomate. Y se lo comió, muy a gusto, pero tan a gusto estaba que también se comió mi pimentero, de vidrio, completo.

Comprendí que esta relación sería siempre compleja, con muchas pelotitas negras dispersas por la cocina y con un suave olor a pimienta en mi hogar. Hoy llego a pensar que este monstruito es quizás la encarnación de esa querida-pero-a-la-vez odiada casetera que solo a veces se comía las cintas y que pasó a mejor vida con esos discos plateados que se usaban… antes.

17.1.08

El Súper

De un buen tiempo hasta hoy que los Estados Unidos de América dejó de ser una sociedad industrial: es hoy una sociedad de consumo (un sector más progresista dirá que es una sociedad que se consume, pero no es mi intención dirigirme hoy en esa línea, para eso estaba el Fortín Mapocho). Por lo mismo el ícono ya no son las industrias de la General Motors (yeneral motors) ni la Chrysler (kraisler): Detroit (esto sí saben pronunciarlo, doble sentidistas) ya es casi una ciudad fantasma.

El ícono hoy es Wal-Mart (ualmart). Sí, esa tienda que nace de Sam Walton (sam ualton), un hijo de granjeros de Oklahoma (oclajoma). Abre su primera tienda en su estado natal pero el primer Wal-Mart hecho y derecho se erige en Bentonville, Alabama. En 40 años, y ya desde los cielos, este señor ve crecer su negocio a magnitudes imperiales: Wal-Mart tiene hoy más 6.200 supermercados en el mundo, emplea a más de 1,6 millones de personas y hay solo pocos puntos en Estados Unidos continental que están a más de 60 millas (96 kilómetros) de una tienda Wal-Mart. El sueño americano como supermercado, y el consumo americano dentro del supermercado.

Wal-Mart, como Líder y Jumbo no vende solo comida sino que desde ropa 4XL (¡!) a neumáticos, desde artículos de camping a refrescos, desde disfraces para Halloween (jalogüin) a decoraciones navideñas, desde salchichas y hamburguesas a armas de fuego y municiones. Sí, pueden comprar una escopeta, cartuchos y, según las fechas que indica el afiche en la sección correspondiente, salir a cazar squirrels (skuerrels), deer (dier), o incluso bears (bers).

Me voy a detener en la sección comida, que calculo que ocupa entre un 20 y un 25 por ciento del área destinada a los productos que usted pone en su carro de compras. Hay variedad, sí, pero no tanta como puedan imaginar. Corrijo, la variedad está concentrada en artículos que uno o bien no necesita o bien no le importa cuál compra.

Me explico.

La limpieza: Dos pasillos (cuatro estanterías completas de cabo a rabo, luego de álgebra muy simple) están dedicadas a cleaning supplies (clining suplais). Si bien me considero un aliado del orden y participo en esas batallas bisemanales de ‘limpieza profunda’ no me importa si el desengrasante es en polvo, líquido, gel, gaseoso, comprimido o plasma, solo quiero que limpie la cocina y el baño. Punto. Tampoco me interesa si el detergente de ropa tiene chimuchinas que reviven los colores fuertes, o que protege los blancos contra los rayos UV o que incluso puedan cocer las papas de los calcetines.

La oferta (en limpieza) es abrumadora y como no tengo estructura de preferencia alguna en esta crucial dimensión de la vida, la libertad de elección se convierte más en una condena que un privilegio: todas las opciones son válidas y valen casi lo mismo, por lo que elegir un detergente (¡¡un detergente!!) puede llevar más de cinco minutos. Son estos los momentos en que uno se convence que en esta tierra la libertad debiese dejar de ser una obligación. Si a eso le suma usted que también necesita llevar un champú, cancele la pichanga de la tarde.

Los chips: Un pasillo completo (¡dos estanterías!) de chips (chips): papas fritas, pretzels, nachos, palomitas de maíz, doritos, todo de todos los sabores imaginables y salsas de todo tipo para acompañar. Horror. Pero como no soy de juntarme a ver partidos de fútbol americano con nachos y salsas de ‘queso’ omito ese pasillo de mi circuito bisemanal.

El arroz: Wal-Mart vende solo tres tipos de arroz. ¡Factura $345 billones (millones de millones) de dólares y solo venden tres tipos de arroz! Peor aún, de esos tres tipos de arroz, dos son precocidos, por lo que un refinado paladar arrocero debe conformarse con algo que solo se distingue como rice (rais). Es como en Cuba, en que a uno le ofrecen carne y ante la pregunta ‘¿qué tipo de carne?’ te dicen ‘carne’ (¡me escuchara don Sam Walton que promovió activamente la privatización y el capitalismo en Centroamérica!). Solo sé que este arroz que venden aquí es de grano largo y es más bien fino, pero tanto tiempo no tengo como para contar cuántos vienen partidos para determinar si es Grado 1 o Grado 2.

El Queso: Soy un amante del queso. Mi deporte favorito consistía en tomar un cuchillo, una tabla para cortar, un trozo de queso, rebarnarlo y comerlo pacientemente mientras se tostaba el pan que luego se untaba generosamente con queso crema. Lo último lo puedo hacer pues el queso Philadelphia es barato y abundante. Pero si la oferta en marcas de queso es abrumadora, la oferta en tipos de queso es terrible: ‘queso’ cheddar (laminado o en cubo), algo que le llaman suizo (tiene un poco menos de colorante que el cheddar, es dulce y con hoyos simulando el gruyere) y algo que se supone que es mozzarella, pero lo único que tiene de esta delicia de búfala es el nombre, porque es seco. Nada de Edam, Emmental, Parmesano no rayado, queso de cabra, ni mantecoso. Por último chanco – la desesperación me lleva a bajar los estándares – pero nada, al menos no en Wal-Mart. Menuda idiotez, venden rifles en el supermercado y no venden queso de cabra.

Otras observaciones de carácter anecdótico (a como si las anteriores no lo fueran):

Las dimensiones: Todo es grande, no solo el trasero de las señoras que vienen a comprar (¡uf!). Si usted quiere detergente de ropa, entonces tiene que llevarse 6 litros. Si usted quiere servilletas entonces tiene que llevarse 600. ¿600? Sí, no exagero. Todavía tengo el primer paquete de servilletas que compré hace cinco meses. Solo ha bajado ahora que tengo resfrío. ¿Quiere detergente para lavar platos? Pues llévese este práctico y liviano envase de 2 litros. Y por las dudas, no es concentrado, es ultra concentrado así que se lo va a tener que llevar cuando se cambie de casa.

La comida congelada aquí no se reduce a las hamburguesas Paty o esos sucedáneos de pescado Findus. Aquí se dispone de un pasillo completo de congeladores solo para frozen pizza (frousen pitsa). Y dos pasillos completos para platos congelados en tamaño individual o familiar. ¿Pollo Teriyaki con papas duquesas? ¿Filete de Salmón marinado a la japonesa? ¿Chancho a la Szechuan con arroz y verduras? ¿Lasaña de carne o de cuatro quesos? ¿Pollo asado con puré o a la Parmiggiana? Si lo hubiera puesto en su microondas cuando comenzó a leer esta burrada su comida estaría lista.

Provecho.

Posdata: Me acabo de imaginar a Sam Walton (QEPD) echándole el ojo a Josefina Correa. Valor.
Posdata2: Recién ayer descubrí la sección de quesos del supermercado pituco del barrio. Alegría.